Una mujer alemana huye de un marido violento en patera, con su hija de 9 años, desde Túnez a la costa italiana
Tina Rothkamm, de 40 años, ha llegado a la isla con su hija, apretujada en entre 120 jóvenes en una barca que representaba para ellos la esperanza de una nueva vida. Pero Tina no huía como ellos de la pobreza y de la guerra, sino del marido tunecino, después de un divorcio y un doloroso proceso judicial.
Hizo una travesía de 24 horas, «temblando por el frio y la angustia de que la nave no alcanzara la costa italiana», pero cuando por fin divisó Lampedusa «rompí a llorar por la emoción y alegría», ha contado Tina Rothkamm.
A «precio de mercado»
A la hora de indentificarse, contó a la policía que había sido víctima de un «amor acabado»: «Huyo de un marido violento que quería quitarme para siempre a mi hija. Pero ahora me siento feliz porque soy yo quien me la llevo a mi país». Tina Rothkamm, profesora en Dusseldorf, voló a la isla tunecina de Djerba para buscar a su hija, Amira Jasmine, que, según ella, el padre le había arrebatado ilegalmente. Intentó «mil veces» salir de Túnez en avión, pero cuenta que siempre le fue imposible porque su marido, que es médico, «cuenta con importantes influencias». Por eso le vino la idea de salir como un inmigrante más, pagando «el precio de mercado» (1.400 dólares) que cobran las mafias por el pasaje a Italia.
Al llegar a Lampedusa, Tina y su hija fueron conducidas como dos inmigrantes más al centro de acogida de la isla, con capacidad para acoger a 850 personas, pero ahora está abarrotado y se han habilitado literas para dar cabida a 1.250 prófugos. Sin embargo, Tina Rothkamm, consciente de sus derechos, pidió que la dejaran libre de inmediato: «En todo caso, me voy a un hotel, porque soy ciudadana alemana». El comisario de Lampedusa, Girolamo Di Fazio, realizó las averiguaciones oportunas ante la embajada alemana en Roma, comprobando la veracidad de una historia familiar llena de resentimiento y peleas durante años.
Tras establecer contacto con su embajada, Tina Rothkamm pasó la noche en un hotel con su hija. Como una turista más. Y ayer, relajada y feliz, atendió en el hotel a los medios informativos, acompañada de su hija, ojos grandes, perdidos y a veces alarmados. «Ha pasado mucho miedo», confesaba la madre.
ÁNGEL GÓMEZ FUENTES
CORRESPONSAL EN ROMA
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